Esta mañana estaba en el autobús (está bien hacerles partícipes de la vida de una) y había un hombre de unos 34 años con un cochecito, bebé incluido, en el espacio reservado para estos casos. En Martínez Campos se abren las puertas y entra otro hombre, este rondaba los 40, con otro cochecito. Se acerca a su espacio y ve que está ocupado. El primer hombre, llamémosle Molón, le sonríe y el segundo, Chungo, le lanza una mirada de desprecio. Empieza el desafío.
Chungo mira con detenimiento el cochecito de Molón que es claramente mejor que el suyo. Mira su carrito y luego el otro sucesivamente y parece pensar que el suyo no lleva suspensiones, que la tapicería no es tan buena, que su cutre sombrilla no es como el toldo anatómico del otro y que el suyo parece de segunda mano. (1-0)
Molón nota que es centro de otra mirada y empieza a hacerle carantoñas a su bebé. Chungo no puede porque el suyo está dormido. (2-0)
Molón saca su iPhone y Chungo, haciéndose el digno saca también su teléfono. Parece que llama pero nadie le contesta. Mientras espera empieza a pulsar botones, parece que ha llamado a su compañía telefónica para que le digan los puntos que posee. (3-0)
Molón susurra unas palabras en inglés y Chungo contesta “Sorry?” (para que se sepa que él también habla idiomas) pero oye una voz detrás de él. Resulta que Molón encima va con su mujer, ha fracasado en el desafío. (4-0)
La Guagua del Desafío no es un programa nuevo de Telecinco (que podría), es la vida real.