Cuando uno no está muy seguro de ver una película se lee las críticas, pregunta a sus conocidos si la han visto y, luego, después de haber recopilado toda la información decide si ir o no. Teniendo en cuenta que el cine ha llegado hasta los ocho euros por película (y luego hay quejas de las descargas…), no es tontería pensárselo dos veces. Pero bueno, decides ir al cine "Cinesa es todo ventajas" lees en la taquilla mientras el taquillero te dice que si no adjuntas el DNI con el carnet joven no te hacen el descuento. En fin, haces el desembolso que tanto duele y entras en tu sala. Comienza la película, pasa media hora, la comedia de moda te da pena, pasa una hora y decides salirte del cine. Probablemente, no, seguramente, con un libro en casa disfrutarás más.
Hace tiempo decidí que no por haber pagado tanto por tan poco iba a torturarme lentamente hasta los créditos. Esta vez la causante del desalojo ha sido "La boda de mi mejor amiga" y supongo que también ha influido que el tío que tenía al lado se reía con un volumen más alto que el de toda la sala y que no ha parado de reírse. ¡Ojo! Me alegro por él, pero nuestras butacas no deberían haber estado juntas porque casi le ahogo.
Es cierto que el cine de autor, intelectual o minimalista (yo lo llamo así porque en toda la película sólo se dicen dos frases) no es apto para cualquier situación. Hay veces que te apetece ver una peli tonta y no tener que pensar, y quien diga lo contrario miente. Una cosa es descansar la mente y otra bien distinta es ir al cine y pensar que estás en sexto grado. En la hora que duré dentro sólo vi pedos, cacas y chistes realmente malos. ¿Toda la sala había vuelto al pasado en el que te mueres de risa cada vez que oyes caca, culo, pedo, pis?
Yo me sentía rara. Toda la sala se reía a carcajadas por todo y yo sólo podía abrir la boca para asombrarme de los efectos causados en la audiencia. Puede ser que yo sea la rara, pensé, pero desestimé la idea al oír al individuo de al lado partirse de risa cada vez que decían la palabra "conejo".
Al final tuve que salir y mientras bajaba la escalera notaba sus miradas sobre mi espalda. En el primer peldaño pensé que igual les molestaría, en el segundo que ya había aguantado suficiente y al final de la escalera pensé que prefería ser rara con un poco de coco que una niña de diez años toda la vida.
He aquí una crítica más, arriesguen ustedes.
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