miércoles, 13 de abril de 2011
Nombres de colores
martes, 12 de abril de 2011
Homenaje a Josefina Aldecoa
lunes, 11 de abril de 2011
Los súbditos de Las Princesas del Pueblo
Parece que los héroes de hace un tiempo han decidido colgar la capa para subirse a un par de tacones y ganarse a su público blasfemando y soltando tacos cual verdulera de barrio. Se comprende que sí. Está de moda se inculto y “lo que vende” es ser uno mismo en televisión. Entiéndase por uno mismo como la peor de las conductas si esto te hace llegar lejos en la parrilla televisiva.
Belén Esteban protagoniza cada día tres horas de un programa, cuyo contenido se basa en sacar trapos sucios de sí misma y de sus propios colaboradores. Es una especie de show de Truman, pero de cine español. Y por qué no, dado el flamante éxito de este formato, cada vez son más los programas y cadenas que apuestan por ofrecer historias del mismo calibre. Y no digo yo que no guste. Pero lo que empezó siendo un circo de romanos, ha acabado convirtiéndose en un circo didáctico que promueve la ordinariez y el desinterés de ser culto.
Si con la telerrealidad Telecinco ya llevaba más de 10 años lucrándose a base de grandes hermanos, ahora su tendencia morbosa y sensacionalista se termina de afianzar con un público que disfruta de las banalidades de las que se atribuyen el pseudonombre de “Princesas del Pueblo”. No sé a qué pueblo se refieren, pero desde luego al mío, de momento, prefiero pensar que no.
La Guerra de los iPhone
Lejos quedan aquellos días en los que observar a la gente por la calle parecía algo normal. Unos charlando con otros, chicos que ojean un periódico, jóvenes que leen un libro… No sé si se trata de una broma de cámara oculta, pero a veces creo vivir en un mundo invadido por robots, cuyo pensamiento único conecta irreversiblemente con aparatos móviles de Black Berry, o en su defecto, de Iphone.
Quizás sea esta la verdadera Guerra de los Mundos, y no la que Orson Welles predijo en su época. Quizás sea hora de coger lo necesario y echar a correr lejos de la civilización, donde en vez de desagradables y repetidos tintineos (cada vez que se recibe un mensaje), se escuche el sonido de la naturaleza, libre de la contaminación acústica y tecnológica que nos ha arrebatado poco a poco, la atención hacia lo pequeño, lo sencillo y lo cotidiano de nuestras vidas.
Todo empezó con la revolución de las redes sociales que, además de crecer como crecen las bacterias en los cuerpos vulnerables de ser infectados, se instauraron en cada uno de los hogares de nuestra sociedad. No quitándoles mérito, consiguieron unir y promover movimientos sociales interesantes de estudio. También consiguieron que más de un país árabe saliera a la calle y se revelara contra un sistema dictatorial, pero, ¿a qué se debe tanta influencia? Si fuéramos conscientes del poder que estos entes tienen sobre nosotros, no haríamos tanto uso desmesurado de los mismos.
De ahí que me pregunte cuál es la finalidad de tener un apéndice en vez de un móvil. ¿Estamos realmente preparados para desconectar del mundo real? ¿Qué tiene ese submundo virtual que tanta ansiedad nos crea y que tanto nos aleja de la intimidad? Es posible que las próximas generaciones nazcan con pulgares más finos y la vista menos cansada.